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La
presente obra no es una biografía convencional del padre Pío. Pensamos
que ya existen en el mercado suficientes obras que tratan ese tema.
Nuestro trabajo va más bien encaminado a investigar la verdadera
naturaleza de la enorme misión salvadora que desarrolló el Santo de
los estigmas. ¿Por
qué apareció el padre Pío justamente en nuestros tiempos? Si, como
decía el cardenal Siri, «la
vida, obras y virtudes de un santo tienen una unidad que expresa el
misterio de Cristo. Un santo es el desvelarse del rostro de Cristo para
la gente en un cierto momento histórico», nuestro objetivo es estudiar
por qué apareció en la primera mitad del siglo pasado un santo de
proporciones tan colosales, qué mensajes ha querido transmitir Dios a
los tiempos actuales a través del padre Pío. Seguramente estos
mensajes son portadores de una revelación importantísima de Dios a las
necesidades presentes de la Iglesia, ya que van encarnados en un santo
dotado de unos asombrosos carismas y dones místicos, en una concentración
de prodigios única en la historia de la Iglesia, según la lógica
ecuación de que a mayor dificultad e importancia de la misión de un
santo, más se le dota de carismas y dones sobrenaturales. ¿A
qué estaba intentando Dios dar respuesta con esa sobreabundancia de
dones sobrenaturales con que colmó al capuchino estigmatizado? Sin duda
alguna, el rasgo distintivo más importante y característico del mundo
cristiano durante la época en que vivió el Padre Pío (1887-1968) se
puede concentrar y resumir en un solo término: crisis de fe. En efecto,
el siglo XX constituye uno de los períodos más críticos --si
no el que más--
de la historia de la Iglesia, zarandeada en estos tiempos por una
acumulación de problemas, por unas plagas apocalípticas que llegan a
amenazar su misma supervivencia: secularización de muchos sacerdotes,
escándalos internos y externos (la pederastia es el más sangrante de
ellos), ruina de muchos seminarios, vaciamiento de las iglesias,
desvirtuación de la liturgia, desprestigio generalizado, y,
sobrevolando todo este cúmulo de amenazas, una pavorosa
descristianización de la sociedad, embaucada por un consumismo
hedonista que la ha echado en las garras de un materialismo craso y
atroz, expresado con frecuencia en un laicismo agresivo que persigue
cada vez más a las claras las manifestaciones cristianas. El
libro analiza someramente
las causas de esta crisis de la Iglesia y de la fe cristiana en general,
contrastando estos problemas con las soluciones que el padre Pío aporta
con su testimonio y su ejemplo, proponiendo con ellos unos mensajes muy
claros con los que la Iglesia puede superar sus problemas. En su
conjunto, el mensaje del Padre Pío al mundo de hoy es una llamada a
recuperar la espiritualidad tradicional que durante siglos ha animado la
vida cristiana, y que contrasta vivamente con la «modernización» que
ha vaciado de contenido muchas prácticas cristianas: la importancia de
la Misa, de la confesión, de la oración, de la espiritualidad
sacerdotal, del rosario, de la devoción a María y al ángel de la
guarda, la llamada a recuperar la conciencia del pecado, la lucha contra
el Demonio... La pérdida de esta espiritualidad tradicional es
justamente la causa principal de la crisis del cristianismo en el mundo
de hoy. La
clave para entender los mensajes que el padre Pío transmite el mundo de
hoy, su verdadera misión
en el mundo, se explica a
partir de un descubrimiento importantísimo que se desvela poco a poco a
través de las páginas del libro: el padre Pío llegó a convertirse en
“alter christus”, es decir en otro Cristo, que se encarnó en el
mundo en nuestra época para combatir el periodo más oscuro de la
historia de su Iglesia. Fue un alma víctima de dimensiones prodigiosas,
corredentora con Cristo, crucificada con él durante 50 años. «Era
siempre Jesús, en la confesión, en el altar, conversando, en oración.
Nuestros corazones no se equivocaban, viendo en ti a Jesús; por eso no
se saciaban jamás de contemplarte, no podía separarse de ti (...)
Afectuoso padre mío, tenía razón al decir: “estoy atormentado de
almas”, porque poseía el Todo, a nuestro amabilísimo Redentor. No
nos percatamos lo suficiente de que, bajo el nombre de padre Pío, se
ocultaba el más hermoso de entre los hijos de los hombres, que en su
inextinguible caeidad quiso caminar de nuevo en medio de sus redimidos.
En Palestina vivió antes de su muerte; aquí, en Italia, vivió
visiblemente, al cabo de 20 siglos de su muerte» (Cleonice
Morcaldi, Positio Iv, p. 214)
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