Orar con las oraciones

de los santos

Laureano Benítez Grande-Caballero 

ed. Desclée de Brouwer, 2010

para pedidos de la obra impresa, pulse aquí

para pedidos de la obra en ebook, pulse aquí

              otras obras del autor en             

http://www.laureanobenitez.com  

 

-     Capítulo 4 -

JESÚS ES DULZURA Y AMOR

 

Jesús es dulzura y amor (SAN AGUSTÍN)

¡Oh Salvador mío, fuente inagotable de dulzura y de bondad! Que no piense yo más que en Ti. Cuando al mismo tiempo que a Ti se ama cualquiera otra cosa, ya no se Te ama con verdadero amor. ¡Oh, amor lleno de dulzura, dulzura llena de amor, amor exento de penas y seguido de infinidad de placeres; amor tan puro y tan sincero que subsiste en todos los siglos; amor cuyo ardor no hay cosa que pueda apagar ni entibiar! ¡Jesús, mi adorable Salvador, cuyas bondades y dulzuras son incomparables! Que yo me abrase en tus divinas llamas, de suerte que no sienta ya más que aquellos torrentes de dulzuras, de placeres, de delicias y de alegría, de aquella perfecta paz que solamente en Ti se encuentra; que yo me abrase en las llamas de aquel amor, ¡oh, Dios mío!, con todo el afecto de mi corazón y de mi alma.

 

Descúbrete a mí (SAN AGUSTÍN)

Descúbrete a mí, Señor, y deja que te vea,  luz  de mis ojos. Ven, alegría de mi espíritu, dulce Dios y Señor mío. Quiero abrazarte, tenerte en medio de mi corazón; quiero amarte, dulzura de mi alma, fortaleza mía, esperanza en todas mis tribulaciones; abre mis oídos para que yo pueda escuchar tu voz; alumbra mis ojos con tu luz, envía como un relámpago tu resplandor; dame un corazón que siempre piense en Ti, que siempre te ame; dame una memoria que siempre te recuerde, un entendimiento que te comprenda; un pensamiento que siempre esté unido a Ti.

Permanece siempre cerca de mi alma, cerca de mi corazón, porque estoy enfermo de amor por Ti, porque sin Ti muero. Mi alma te desea con ansia. No apartes de mí tu rostro. ¿En dónde te escondes, Señor mío? Jesús mío, entra en mi alma, y dale tu dulzura; luz eterna, ilumina mi alma.

 

Oración de San Agustín

 

Señor Jesús, que me conozca a mí,

y que te conozca a Ti,
Que no desee otra cosa sino a Ti.
Que todo lo haga siempre por Ti.
Que me humille y que te exalte a Ti.
Que no piense nada más que en Ti.
Que me mortifique, para vivir en Ti.
Que acepte todo como venido de Ti.
Que renuncie a lo mío y te siga sólo a Ti.
Que siempre escoja seguirte a Ti.
Que huya de mí y me refugie en Ti.
Que me tema a mí y tema ofenderte a Ti.
Que sea contado entre los elegidos por Ti.
Que desconfíe de mí y ponga toda mi confianza en Ti.
Que obedezca a otros por amor a Ti.
Que a nada dé importancia, sino tan sólo a Ti.
Que quiera ser pobre por amor a Ti.
Mírame, para que sólo te ame a Ti.
Llámame, para que sólo te busque a Ti.
Y concédeme la gracia de estar siempre contigo. Amén.

El sendero del amor hermoso (inspirado en SANTA GERTRUDIS)

Jesús mío, eres la aparición viviente del amor infinito de mi Dios, el mismo amor de Dios humanizado. Elévame con el poder de tu amor hasta las alturas de tu divinidad, sé mi camino hacia la Trinidad, prepárame el sendero que lleva hacia Ti, el sendero del amor hermoso, para que pueda llegar hasta aquellas alturas donde reinas, en la majestad soberana de tu divina esencia.

Mientras espero ese día, guárdame en este valle de lágrimas a la sombra de tu caridad, dentro de tu amante Corazón. Y después de la larga duración de este destierro, preservado de toda mancha, condúceme y hazme entrar dentro de tu santuario. Allí me saciarás con las aguas que brotan de tu divina ternura; allí me saciarás en el gozo de tu amor tan dulce; aquí descansaré eternamente en las delicias de tu Corazón; allí te veré, finalmente, cara a cara.

 

Úneme a Ti (FRAY TOMÁS DE KEMPIS)

¡Oh Jesús!, ilumíname con la claridad de tu luz interior, y disipa todas las tinieblas que envuelven la morada de mi corazón. Aparta de mi mente las múltiples distracciones que la turban, y vence, estallándolas en Ti, las tentaciones que me causan violencia.

Lucha por mí con la fuerza de tu brazo poderoso; envía tu luz y tu verdad para que resplandezcan sobre mí; derrama de lo alto tu gracia; baña mi corazón con tu rocío celestial; levanta mi espíritu agobiado por mis pecados; orienta todos mis afanes y anhelos a las cosas del cielo; arrebátame y líbrame del consuelo momentáneo que puedan brindarme las criaturas, porque ninguna cosa creada es capaz de consolarme y saciar plenamente mis ansias de Ti.

Presérvame de las muchas solicitudes de esta vida, para que no me vea agobiado por ellas; ampárame en los muchos escollos con que tropieza mi alma, para que las aflicciones no me hagan víctima del desánimo.

Dame, te suplico, fortaleza para resistir al mundo, paciencia para no desfallecer, y constancia para perseverar. Concédeme a cambio de todos los consuelos de este mundo la suave unción de tu Espíritu.

Úneme a Ti con el acto indestructible de un amor eterno, porque sólo Tú bastas a quien te ama.

 

Mi Dios y mi todo (FRAY TOMAS DE KEMPIS)

¡Oh, mi  Dios y mi todo! Todo es agradable en tu presencia, todo fastidioso en tu ausencia.

¡Oh, luz perpetua! Envía un resplandor de lo alto que penetre todo lo secreto de mi corazón; purifica, alegra, clarifica y vivifica mi espíritu y sus potencias, para que pueda unirme a Ti.

¿Cuándo vendrá aquella feliz y deseada hora en que me sacies con tu presencia y seas mi todo en todas las cosas? Tú que dominas el poder del mar y aplacas el empuje de sus ondas, levántate y ayúdame, porque no tengo otra esperanza ni otro refugio sino Tú, señor Dios mío.

Consuela mi destierro y mitiga mi dolor, por Ti suspira todo mi deseo. Recoge en Ti todos mis sentidos, ven a mí, celeste suavidad, y que se desvanezca toda impureza delante de Ti.

Tú eres el blanco de todos mis deseos, y por eso no cesaré de orar, gemir y clamar en pos de Ti. Tú eres mi esperanza y mi confianza. A Ti abandono todas mis tribulaciones y angustias; a Ti, señor, levanto mis ojos, en Ti confío, Dios de misericordia. Bendice mi alma para que sea tu morada, mírame según la grandeza de tu bondad y oye la oración de tu siervo, desterrado en la región de las sombras y de la muerte.

Acuérdate, Señor, que soy nada, nada tengo y nada valgo. Acuérdate de tus misericordias, y llena mi corazón de tu gracia. No me vuelvas la espalda, no dilates tu visita, no desvíes tu consuelo, porque quedará mi alma a tus ojos como tierra sin agua. Visítame, Señor, instrúyeme en los secretos de tu ley, para que crezca en tu amor, para que aprenda a gustar interiormente cuán suave es amar y derretirse y anegarse en tu amor.

Sea yo cautivo de tu amor, cante yo cánticos de amor. Verdaderamente es inefable la dulzura de tu contemplación, con la que regalas a los que te aman. ¿Quién me dará alas de verdadera libertad para volar y descansar en Ti? ¿Cuándo me será concedido reposar en Ti por completo, y ver cuán suave eres, Dios mío?

 

Descanso en Jesús (FRAY TOMÁS DE KEMPIS)

Concédeme, dulce Jesús, descansar en Ti por encima de toda criatura, es decir, sobre toda salud y belleza, sobre toda gloria y honor, sobre todo poder y dignidad, sobre toda ciencia y sabiduría, sobre toda riqueza, sobre toda alegría y exaltación, sobre toda fama y alabanza, sobre toda suavidad y consuelo, sobre todo mérito y deseo, sobre todos los dones y gracias que puedas darme e infundirme, sobre todo goce y dulzura que mi espíritu pueda saborear y sentir... en suma, sobre todo lo que no eres Tú, Dios mío, porque Tú, Señor, eres bueno sobre todas las cosas, y en Ti están simultánea y perfectamente todos los bienes reales y posibles.

¿Cuándo será que me recoja enteramente en Ti, hasta que, absorto en tu amor, no me sienta ya a mí mismo, sino sólo a Ti, sobre todo sentido y medida, con esa unión inefable que tan pocas almas conocen?

¡Oh, Jesús, resplandor de la gloria eterna y refugio del alma que peregrina en este mundo!, ¿hasta cuándo vas a demorar tu venida, Señor? Ven a mí, posa tu mano sobre mí, y líbrame de todas mis angustias.

Ten misericordia de mí (SANTA CATALINA DE SIENA)

Alta, eterna Trinidad, Amor inestimable: te manifiestas a nosotros, a Ti y a tu Verdad, por medio de la sangre de Cristo. Con esa sangre limpia mis pecados, y muéstrame tu sabiduría; con esa sangre muéstrame también tu amor y tu caridad, pues con el fuego de tu amor me redimiste.

Amor mío, no me dejes morir de hambre. Tú me ves en cada momento, nada puedo esconder a tu mirada, porque nada se te oculta. Ten misericordia de mí. Dulce amor, concédeme la gracia de revestirme de Ti. No mires mis pecados, y  purifica mi alma por tu clemencia. Quema con el fuego del espíritu y arranca de raíz los obstáculos que pongo a tu amor, para que abandone las vanidades de este mundo y  te siga solamente a Ti.

Con tu luz arroja de mi alma las tinieblas, quita de ella el amor propio infundiéndome el fuego de tu caridad; haz libre mi corazón, cierra mi memoria a las miserias del mundo y a los vanos deleites; cierra mi voluntad de modo que te ame a Ti por encima de todas las cosas, y  a éstas en conformidad con tu voluntad, para que sólo desee seguirte.

¡Oh Verdad eterna! Eres perfume sobre todo perfume, generosidad sobre toda generosidad, piedad sobre toda piedad, justicia sobre toda justicia. Ayúdame a desearte, buscarte y servirte. Envía el rocío de tu luz sobrenatural a mi alma, para que produzca frutos de vida, dándome paz y quietud. Ten misericordia de mí.

Inflama mi corazón (SANTA CATALINA DE SIENA)

¡Oh, fuego que siempre ardes!: inflama mi corazón para que, a donde quiera que se vuelva, en la más mínima cosa, encuentre tu grandeza. Con tu fuego, Tú, suma y eterna pureza, quisiste quedarte para nosotros como comida. Despójame del hombre viejo y con la luz de la fe haz que me vea en Ti y que me vista con tu eterna voluntad.

Tú, Padre eterno, nos das el manjar del Cordero de tu Hijo, comida que me alimenta y fortalece mientras soy peregrino en esta vida.

 

¡Oh, dulce Señor! (SAN ANSELMO)

Señor Jesucristo, mi misericordia y mi salvación, te alabo y te doy gracias. Eres la esperanza de mi corazón, la fuerza de mi alma, el auxilio de mi debilidad. Que tu bondad poderosa complete todo lo que mi tibieza y mis limitaciones no pueden hacer. Mi vida, el fin de mi destino es amarte.

¡Oh, dulce Señor!, cambia mi tibieza contigo en un ferviente amor; sé mi sostén. Tengo hambre y sed de Ti; yo te deseo, yo suspiro por Ti, yo anhelo ardientemente por Ti. Me acuerdo de Ti, y espero tu llegada como mi único consuelo, y ardo en deseos de contemplar la gloria de tu rostro.

Dulce Jesús, ¿cuándo me consolarás? Eres Tú al que yo quiero, al que espero y a quien busco. Ten piedad de mí, muéstrame tu rostro y seré salvo. Hazme conocer tu presencia y mi deseo será cumplido. Descúbreme tu gloria y mi alegría será perfecta. Mi alma tiene sed de Ti, fuente de agua viva. ¿Cuándo seré embriagado con la abundancia de tu casa, tras la cual suspiro? ¿Cuándo beberé en el torrente de tu placer, del que tengo sed? No tardarás, porque me amas, y eres mi gloria por los siglos de los siglos.

 

Véante mis ojos (SANTA TERESA DE JESÚS)

Véante mis ojos,

dulce Jesús bueno;

véante mis ojos,

muérame yo luego.

Vea quien quisiere

rosas y jazmines

que, si yo te viere,

veré mil jardines.

Flor de serafines,

Jesús Nazareno,

véante mis ojos,

muérame yo luego.

 

No quiero contentos,

mi Jesús ausente,

que todo es tormento

a quien esto siente.

Sólo me sustente

tu amor y deseo.

Véante mis ojos,

muérame yo luego.

 

Ven, dueño querido,

rey de mis amores,

que ya han florecido

del huerto las flores.

Ya de mil colores

guirnaldas ha hecho.

Véante mis ojos,

muérame yo luego.

 

Inflamadas aspiraciones (atribuida a SAN PEDRO DE ALCÁNTARA)

¡Oh dulce Jesús mío! Concédeme la gracia de amarte con todo mi corazón, con toda mi alma, con todas mis fuerzas, y con los más íntimos sentimientos de todo mi ser; de amarte tanto como Tú quieres ser amado por mí.

¡Oh única esperanza y refugio mío, única gloria y consolación mía! ¡Oh mi mejor, mi más íntimo Amigo! ¡Oh Esposo suave y bondadoso de mi alma! Ven, Jesús mío, y prepárate en mí una silenciosa morada, para que en ella habites según tus promesas. Mata en mí todo lo que te desagrada y fórmame según el modelo de tu amable Corazón. Traspasa lo más íntimo de mi alma con tu santo temor, hiere mi corazón con el dardo de tu caridad.

¿Cuándo será que en todo te agrade perfectamente? ¿Cuándo apartaré lejos de mí todo lo que es contrario a Ti? ¿Cuándo te amaré con el más abrasado amor? ¿Cuándo me abrasarás completamente hasta consumirme con llamas de tu amor? ¿Cuándo tendrás a bien descubrirme tus riquezas y a Ti mismo con ellas para remediar mi pobreza y mi necesidad? ¿Cuándo me unirás perfectamente contigo mismo y en Ti me transformarás de tal modo que jamás pueda ser separado de Ti? ¿Cuándo alejarás de mí todo lo que me impide llegar a ser un espíritu contigo?

¡Oh querido de mi alma, oh dulce gozo del corazón, Jesús mío!, óyeme, no por mis merecimientos, sino por tu inagotable bondad para conmigo. Instrúyeme, ilumíname, dirígeme, ayúdame en todos mis caminos, para que jamás diga ni haga cosa que no sea agradable a tus ojos. Ojalá fuese yo dueño de todo el amor de todas las criaturas juntas para amarte más. ¡Oh Jesús, haz que yo te ame!

 

Haz de mí lo que quieras (SAN JUAN EUDES)

¡Oh Jesús, todo amable y todo deseable!, enciende en mi alma una sed tal ardiente y un hambre tan viva de tu santo  amor, que sea para mí un continuo martirio el no poderte amar bastante; y que nada me pueda afligir en este mundo sino el verme pobre de tu amor.

Te ofrezco todas las potencias de mi alma, todos los sentidos y miembros de mi cuerpo, mi corazón y todo lo más íntimo de mi ser, sacrificándome todo entero a tu adorable voluntad, a fin de que ésta obra en mí todo lo que te sea más agradable.

No quiero la vista sino para mirar lo que Tú quieres que mires; ni el oído sino para oír tu divina palabra y obedecerla puntualmente. Lo único que deseo con todas mis fuerzas es agradarte en todo. Haz de mí lo que quieras. Me entrego por completo en tus manos.

 

El nuevo corazón (LANSPERGIO)

¡Oh Jesús, enteramente amable! ¿Cuándo me quitarás mi corazón manchado y me darás el tuyo? ¿Cuándo estará mi corazón perfumado con la fragancia de tus virtudes, del todo inflamado en el amor de las cosas celestiales? Encierra mi corazón dentro del tuyo, permanece en él sólo Tú, sé su único dueño: que mi corazón sea ennoblecido y hermoseado con la nobleza del tuyo. Imprime, por favor, en mi corazón todas las llagas de tu Corazón herido, para que lea en él, sin cesar, el inmenso amor de tu Corazón hacia mí y sus vivos dolores.

Dame la gracia de arrojar de mi corazón todo lo que pueda impedir o perturbar en mi alma tus divinas operaciones. Haz que se una mi corazón con el tuyo y mi voluntad con tu voluntad, para que nunca quiera ni pueda querer otra cosa que lo que Tú quieres y a Ti te agrada. Quiero amarte, dulce Jesús, con todo mi corazón, en todas las cosas y sobre todas las cosas.

 

Dame un corazón nuevo (LANSPERGIO)

Te ruego, dulce Jesús, que me des un corazón estable, que no se separe de Ti por ninguna divagación; un corazón recto, que no se tuerza por ninguna tentación; un corazón sencillo, que no se distraiga por ningún pensamiento curioso.

 Dame un corazón limpio y nuevo, un corazón según tu Corazón, que sea siempre el objeto de tus complacencias y donde siempre te guste habitar. Dulce Jesús, si no quieres reformar mi corazón, quítalo de mi pecho y dame en cambio tu Corazón.

Llámame hacia Ti y levanta a las cosas celestiales mi corazón; absorbe mi alma entera en el abismo sin fondo de tu divinidad; señálame ya en esta vida con el anillo de tu gracia y júntame contigo con el vínculo indisoluble de tu caridad.

 

La nueva Betania (BEATA ISABEL DE LA TRINIDAD)

Que mi vida sea una oración continua, un largo acto de amor. Que nada pueda distraerme de Ti, ni las ocupaciones ni las distracciones (…). Te ofrezco la celda de mi corazón, que sea tu pequeña Betania; ven a descansar ahí, te quiero tanto… Acepto de antemano todos los sacrificios, todas las pruebas, porque deseo ser santa contigo y para Ti, pero siento mi impotencia. Sé Tú mi santidad.

No son tus dones y tus consuelos lo que busco: eres Tú, sólo Tú. Sostenme siempre, apodérate de mí más y más, hasta que todo en mí te pertenezca.

Tú estás conmigo, y contigo lo puedo todo. Quiero perderme en Ti, desaparecer en Ti, por eso me entrego y me abandono a Ti, pues confío enteramente en Ti. Dispón todas mis cosas según tu beneplácito, yo no quiero más que lo que Tú quieras de mí. Sólo te pido una cosa: amarte con toda mi alma, con un amor verdadero y generoso.

Maestro mío, soy tuya: tómame toda entera.

 

Te doy mi corazón (BEATA ISABEL DE LA TRINIDAD)

Jesús mío, Tú  me has colmado de regalos, y yo ¿qué puedo darte? Muy pocas cosas, y ese poco también es don tuyo. Al menos te doy un corazón que te ama, un corazón que quiere acompañarte en tus sufrimientos, un corazón que no vive más que para Ti, que no aspira más que a darse del todo a tu Amor. ¡Mi rey y mi vida!: sostenme siempre en este camino que he tomado como mi herencia, porque sin Ti no soy nada.

Hazme mártir de tu amor, y que ese martirio me haga morir. Quítame la libertad de disgustarte, que nunca cometa ni la más ligera ofensa. Rompe, arranca de mi corazón todo lo que te disguste. Quiero cumplir siempre tu voluntad, responder siempre a tu gracia.

Jesús, quiero ser santa para Ti. Que cada latido de mi corazón sea un grito de reconocimiento y de amor.

 

La nueva encarnación (inspirado en la beata ISABEL DE LA TRINIDAD)

¡Oh Jesús mío, que has descendido hasta nuestra humanidad para llevarnos hasta las alturas de tu divinidad! ¡Oh Jesús mío, que te has hecho mi camino! Llegue yo por Ti y contigo hasta la Trinidad.

¡Oh Dios mío, Trinidad a quien adoro! Ayúdame a olvidarme enteramente de mí para establecerme en Ti inmóvil y tranquilo, como si mi alma habitara ya en la feliz eternidad. Que nada pueda perturbar mi paz ni hacerme salir de Ti, sino que en cada momento me introduzca más y más adentro en las profundidades de tu misterio.

Pacifica mi alma. Haz de ella tu cielo, tu amada morada y el lugar de descanso en el que nunca te deje solo, sino que esté siempre contigo todo entero, todo despierto en viva fe, en profunda adoración, en abrasado amor.

¡Oh mi Cristo amado, crucificado por mi amor! Deseo cubrirte de gloria, amarte hasta morir, pero siento mi impotencia y Te pido que me revistas de Ti mismo, que identifiques mi alma con todos los  movimientos de tu alma Santa, que me sumerja en Ti, que me invadas, que te sustituyas en mí, para que mi vida no sea más que un resplandor de tu vida. Introdúceme muy dentro de tu compasivo Corazón.

Quiero pasar mi vida entera escuchándote, para aprenderlo todo de Ti. Después, a través de todas las noches, de todas las soledades, de todas las impotencias, quiero fijarme siempre en Ti y permanecer bajo tu luz. ¡Oh mi Astro divino, mi Astro amado, fascíname de modo que jamás pueda salir de tu irradiación.

¡Oh fuego consumidor, Espíritu de amor! Ven a mí y produce en mi alma una nueva encarnación del Verbo. Que sea yo para Ti una nueva humanidad suplementaria, en la cual renueves todos tus misterios de amor y misericordia.

Corazón amante, Santuario de la Trinidad, mi Todo, mi Felicidad, mi Soledad Infinita, mi inmensidad sublime donde me pierdo: yo me entrego a Ti como una presa; arrebátame hacia Ti, llévame a contemplar en tu luz el abismo de tus grandezas.

 

Soy feliz (SANTA TERESA DE LOS ANDES)

¡Qué feliz soy! He sido cautivada por Ti. Soy tu prometida. Mi pensamiento no se ocupa sino de Ti. Eres mi ideal, mi ideal infinito.

Soy feliz, pues puedo decir con verdad, que el único amor de mi corazón eres Tú. Jesús mío, he visto que sólo una cosa es necesaria: amarte y servirte con fidelidad, parecerme y asemejarme en todo a Ti. En eso consistirá toda mi ambición.

Me pides que sea santa, que haga con perfección mi deber, que el deber es la cruz. ¿Encontrará el Padre tu figura en mí? ¡Cuánto me falta para parecerme a Ti!
Mi espejo ha de ser María. Puesto que yo soy su hija, debo parecerme a Ella y así me pareceré a Jesús.

Jesús querido (SANTA TERESA DE  LOS ANDES)

Jesús querido, sé que habitas en mi alma. Jesús mío, Tú eres mi Vida. Sin Ti me muero; sin Ti desfallezco. Jesús, Tú me alumbras.

Me muero, me siento morir. Jesús mío, me doy a Ti. Te ofrezco mi vida por mis pecados y por los pecadores. Madre mía, ofréceme como hostia.

Ven, amor. Ven pronto y te daré mi corazón, mi alma y todo lo que poseo.

Jesús mío, perdóname. Soy tan orgullosa que no sé aceptar con humildad la más ligera humillación. Jesús querido, enséñame la humildad. Jesús querido, quiero ser pobre, humilde, obediente, pura, como era mi Madre y como Tú, Jesús. Haz de tu casita un palacio, un cielo. Anhelo vivir adorándote como los ángeles, sentir mi nada en tu presencia. Soy tan imperfecta.

Jesús querido, que se haga tu voluntad y no la mía. ¡Oh, te amo, Jesús, te adoro!¡Toda tuya... Sólo Tú... ninguna criatura!

La divina mirada (SANTA TERESITA DE LISIEUX)

Con audaz confianza contemplaré fijamente a mi divino Sol hasta la muerte. Nada podrá arredrarme, ni el viento ni la lluvia, y si espesos nubarrones ocultasen al Astro del Amor, si me pareciese que sólo existe la noche de esta vida, ésa será la ocasión de extremar mi confianza hasta los últimos límites, guardándome de desertar de mi sitio, pues sé que tras estos tristes nubarrones sigue brillando la  luz de sol.

¡Oh Astro amado! Sí, soy feliz al verme pequeña y débil en tu presencia; mi corazón goza de dulce paz... ¡Oh Verbo, Salvador mío! ¡Oh Jesús, déjame decirte que tu amor raya en la locura!... Considerando esta locura, ¿cómo quieres Tú que mi corazón no se lance con impetuoso impulso hacia Ti? ¿Cómo ha de tener límites mi confianza?...

Todo el tiempo que quieras permaneceré con los ojos fijos en Ti; quiero que tu divina mirada me fascine, quiero ser presa de tu amor. Tengo la esperanza de que un día te arrojarás sobre mí, llevándome al fondo del amor, sumergiéndome, por fin, en ese abismo abrasador, para convertirme eternamente en tu dichosa víctima.

La paz (SANTA TERESITA DE LISIEUX)

¡Oh Jesús, divino esposo mío! Que las cosas de la tierra no lleguen nunca a turbar mi alma, y que nada turbe mi paz. Jesús, no te pido más que la paz, y también el amor, un amor infinito y sin más límites que Tú mismo, un amor cuyo centro no sea yo sino Tú. Quiero santificar los latidos de mi corazón, mis pensamientos y mis obras más sencillas uniéndolo todo a tus méritos infinitos, y reparar mis faltas arrojándolas al horno ardiente de tu amor misericordioso.

      Dios mío, te pido para mí y para todos mis seres queridos la gracia de cumplir con toda perfección tu voluntad y aceptar por tu amor las alegrías y los sufrimientos de esta vida pasajera, para que un día podamos reunirnos en el cielo por toda la eternidad.

Jesús, haz que yo salve muchas almas, que hoy no se condene ni una sola y que todas las almas del purgatorio alcancen la salvación. Amén.

Sólo Jesús (SANTA TERESA DE LISIEUX)

Jesús, Tú solo puedes colmar mi alma.  Mi única paz, mi único amor, mi única dicha eres Tú, Señor.

En todo momento me sigues y me guardas y, cuando te llamo, siempre te tengo cerca. Si a veces pareces escondido en el silencio, Tú mismo me animas para ir a tu encuentro.

Tan solamente a Ti, Jesús, estoy atada. Me refugio en tus brazos y me siento a cubierto.

Yo deseo, Señor, colmarte de caricias como un niño.

En Ti, Señor,  mantengo segura mi esperanza. Cuando en mi corazón estalla la tormenta, a tu rostro, Jesús, levanto mi mirada, y en tus ojos leo tu gran misericordia.

Quieres mi corazón, Jesús: yo te lo entrego y todos mis deseos los pongo entre tus manos. ¡Oh, mi esposo,  mi Rey!: que sólo ame por Ti, en la tierra y el cielo, a todos cuantos amo.

 

Atráeme, Jesús (SANTA TERESA DE LISIEUX)

Dios mío, Tú sabes que jamás he deseado otra cosa que amarte: no ambiciono otra gloria.

El amor atrae al amor. Por eso, Jesús mío, mi amor se lanza hacia Ti. Querría colmar el abismo que lo atrae, pero ni siquiera es una gota de rocío perdida en el océano.

Jesús, atráeme más y más al fuego de tu amor, que me una a él tan estrechamente que  sea él quien viva y obre en mí.

Estoy seguro de que, aunque tuviera todos los pecados que se pueden cometer, me arrojaría con el corazón partido de arrepentimiento en los brazos de Jesús, porque sé cuánto ama al hijo pródigo que vuelve a Él.

Lo único que te pido es el Amor. No puedo hacer obras brillantes, pero mi vida se consumirá amándote. No tengo otro medio de probarte mi amor que no dejar escapar ningún pequeño sacrificio, ninguna mirada, ninguna palabra, aprovechar todas las pequeñas cosas y hacerlas por amor, pues el más pequeño movimiento de puro amor te es más útil que todas las demás obras juntas.

Vivir de amor (SANTA TERESA DE LISIEUX)

Lo sabes, Jesús mío: yo te amo; que me abrase con su fuego tu Espíritu de Amor.

Por mí vives oculto en una Hostia; por Ti también, Jesús, vivir quiero escondida. Me hace feliz tan sólo tu mirada... ¡Vivo de amor!

 Vivir de amor es subir al Calvario a zaga de las huellas de Jesús, y valorar la cruz como un tesoro... En el cielo, mi vida será el gozo, y el dolor se irá para siempre. Mas aquí desterrada, quiero, en el sufrimiento, vivir de amor.

 Vivir de amor es darse sin medida, sin reclamar salario aquí en la tierra. Lo he dado todo al corazón divino, que rebosa ternura. Nada me queda ya... Corro ligera. Ya mi única riqueza es, y será por siempre, vivir de amor.

Vivir de amor es disipar el miedo, aventar el recuerdo de pasadas caídas. De aquellos pecados míos no veo ya la huella, pues en el fuego divino se han quemado... Dulce hoguera, sagrada llama, en tu centro yo fijo mi mansión. Allí, Jesús, yo canto confiada y alegre: vivo de amor.

 Vivir de amor es guardar, en sí misma, en un vaso mortal, un inmenso tesoro. Mi flaqueza es extrema, Amado mío, y disto mucho de ser un ángel de los cielos, mas, si es verdad que caigo a cada paso, lo es también que Tú vienes en mi ayuda y me levantas, y tu gracia me das: vivo de amor.

  Vivir de amor es, mientras Jesús duerme, permanecer en calma en medio de la mar tormentosa. No temas, ¡oh Señor!, que te despierte, espero en paz la orilla de los cielos... Pronto la fe desgarrará su velo y habrá sido mi espera sólo un día. La caridad me empuja, ella hinche mi vela: vivo de amor.

  Llama de amor, consúmeme sin tregua. Divino Jesús, haz realidad mi sueño: morir de amor.

Morir de amor, ésta es  mi esperanza. Cuando vea romperse mis cadenas, mi Dios será mi recompensa, otros bienes no quiero poseer. Quiero ser abrasada por su amor, quiero verle y unirme a Él para siempre. Éste será mi cielo y mi destino: ¡¡Vivir de amor...!!

 

Oración para alcanzar la humildad (SANTA TERESITA DE LISIEUX)

¡Jesús! Jesús, cuando eras peregrino en nuestra tierra, Tú nos dijiste: «Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y vuestra alma encontrará descanso». Sí, poderoso Monarca de los cielos, mi alma encuentra en Ti su descanso al ver cómo, revestido de la forma y de la naturaleza de esclavo, te rebajas hasta lavar los pies a tus apóstoles. Entonces me acuerdo de aquellas palabras que pronunciaste para enseñarme a practicar la humildad: «Os he dado ejemplo para que lo que he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis. El discípulo no es más que su maestro... Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica».

Yo comprendo, Señor, estas palabras salidas de tu corazón manso y humilde, y quiero practicarlas con la ayuda de tu gracia. Quiero abajarme con humildad y someter mi voluntad a la de mis hermanos. ¡Qué manso y humilde de corazón me pareces, Amor mío, bajo el velo de la blanca hostia! Para enseñarme la humildad, ya no puedes abajarte más.

Pero Tú, Señor, conoces mi debilidad: cada mañana tomo la resolución de practicar la humildad, y por la noche reconozco que he vuelto a cometer muchas faltas de orgullo. Al ver esto, me tienta el desaliento, pero sé que el desaliento es también una forma de orgullo. Por eso, quiero, Dios mío, fundar mi esperanza sólo en Ti. Ya que Tú lo puedes todo, haz que nazca en mi alma la virtud que deseo.

Al pie de tu altar (SANTA TERESITA DE LISIEUX)

¡Qué feliz sería, Jesús, si hubiese sido enteramente fiel! Pero, muchas veces por la noche estoy triste porque veo que hubiera podido responder mejor a tus gracias... Si hubiese estado más unida a Ti, si hubiera sido más caritativa con mis hermanos, más humilde y más mortificada, me costaría menos hablar contigo en la oración. Sin embargo, Dios mío, lejos de desalentarme a la vista de mis miserias, vengo a Ti confiada, acordándome de que «no tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos». Te pido, pues, que me cures, que me perdones, y yo, Señor, recordaré que «el alma a la que más has perdonado debe amarte también más que las otras...»

Te ofrezco todos los latidos de mi corazón como otros tantos actos de amor y de reparación, y los uno a tus méritos infinitos. También te pido, divino Esposo mío, que seas Tú mismo el Reparador de mi alma y que actúes en mí sin hacer caso de mis resistencias; en una palabra, ya no quiero tener más voluntad que la tuya. Y mañana, con la ayuda de tu gracia, volveré a comenzar una vida nueva, cada uno de cuyos instantes será un acto de amor y de renuncia.

Después de haber venido así, cada noche, al pie de tu altar, llegaré por fin a la última noche de mi vida, y entonces comenzará para mí el día sin ocaso de la eternidad, en el que descansaré sobre tu divino Corazón de las luchas del destierro.

La venida (GEMA GALGANI)

Querido Jesús: ven, ven, que no te cause horror mi miseria, ya que cuanto más grande sea, más grande será tu misericordia.

Ven: limpia mi corazón con tu pureza; con tu mansedumbre doblega mi atrevimiento; visita hoy mi conciencia y, si hay en ella algo que te disguste, destrúyelo, abátelo, aniquílalo.

Dios mío, si tu grandeza se abaja para llegar hasta mí, engrandéceme, reparando Tú los males que han causado mis culpas.

Tú eres el único amor de todas las criaturas, la llama de mi corazón. Jesús mío, quisiera amarte con toda mi alma.

Tú, Jesús, eres el amor de todos. Tú eres el único amor: lo quiero gritar más fuerte. ¡Te quisiera amar tanto, Jesús! Con aquella pureza con que te amaron las vírgenes; con aquella fortaleza con que te amaron los mártires; con aquel amor con el que te amaba tu Madre. ¡Oh, santos del cielo, prestadme un corazón con el que pueda amar mucho a Jesús! Tú eres el fuego de mi corazón, el apoyo de mi vida, la pupila de mis ojos….

El fuego del amor (GEMA GALGANI)

Oh, corazón mío, ¿por qué no te enciendes del todo?, ¿por qué no te consumes enteramente en las llamas de Jesús? Yo te amo mucho, Jesús, quiero amarte siempre… Lléname de aquel Espíritu que es todo fuego…

 Tú ardes, Señor, y yo me abraso… ¡Oh, dolor, oh amor sumamente dichoso! Señor, aumenta tu gracia, purifica… Eres una llama, y quisieras que en pura llama se convierta mi corazón. Señor: sé el fuego que destruye todos mis pecados; el ardor que deshaga mi tibieza; la llama que destruya todas mis pasiones.

Mi corazón siempre está unido a Ti, Jesús, y sigues consumiéndome. Mi querido Dios, quisiera derretirme completamente en medio de tus llamas.

¡Dios mío, Jesús mío, mi Salvador!... Dios mío, quisiera arder siempre por Ti, quisiera palpitar siempre por Ti, quisiera vivir, quisiera morir de puro amor. Para Ti, Jesús, todos los latidos de mi corazón. Soy tuya, nací de Ti. Dime, Señor, lo que quieres de mí.

Te ofrezco todos mis dolores, para que los santifiques.

¿Cuándo pasaré, oh Jesús, de las tinieblas a la luz, de la muerte a la vida? ¿Cuándo me saciaré totalmente de tu divina belleza? ¿Cuándo me perderé entera en tu divina luz?

Déjame sumergirme en la caridad de tu amor.

¡Oh amor, amor infinito! ¡Delicia de amor! ¿Cuándo estaré unida a Ti, Señor?

 

La dulzura (GEMA GALGANI)

Jesús… déjame estar un poco contigo hoy… déjame gozar de tu presencia, porque ante Ti mis angustias desaparecen.

Hazme oír tu voz. Sólo Tú eres mi consuelo. Perdona mis miserias e iniquidades, y no permitas que me canse de los abrazos de tu amor.

Mi corazón se ensancha, Señor, y experimenta dulzuras  que sólo puede dar la misericordia de Jesús. ¡Oh, fuerza del amor de Jesús! tu ternura, Señor, venza mi frialdad. Con tus llamas inflama mi corazón.

Jesús, ábreme tu corazón, haz que pueda entrar en él. Apodérate de mí, de tal modo que sea una víctima dichosa, que lleve durante toda mi vida aquel sufrimiento dulce que constituye sobre la tierra la felicidad de un corazón enteramente de Jesús.

¿Quién es mi Jesús? (GEMA GALGANI)

Jesús… Jesús… ¿Quién es mi Jesús, que me llena totalmente de dulzura con sólo recordarlo? Me tienes atada con la fuerza de tu amor. Te amo porque eres mi Jesús, porque eres el único digno de ser amado, te amo por encima de todo, Señor…

Yo quisiera que mi corazón no palpitase, no viviese, no suspirase más que por Ti, Jesús; quisiera que mi lengua no supiera pronunciar sino tu nombre; que mis ojos no mirasen otra cosa que a Jesús, y que mis pensamientos no volaran sino hacia Jesús.

Jesús, te doy mi corazón, pero no me lo devuelvas nunca, que sea siempre tuyo, enteramente tuyo. Yo quiero hacer cuanto pueda por consolar tu Corazón.

Cuando oigo mencionar tu nombre, mi alma se eleva; tan sólo tu nombre da serenidad a mi vida. Jesús, he arrancado mi corazón de la tierra y lo he plantado en Ti.

Sí, Jesús mío, toda mi felicidad viene de Ti; te buscaré siempre por doquier. Cuando quiera encontrarte, te buscaré en el silencio de mi corazón. Ardo en el deseo de verte, Jesús, pero me atengo a tu querer.

Ábreme, Jesús, tu corazón, para que pueda entrar en él. ¡Oh Jesús!, Tú que ves todas mis necesidades, ¿por qué tardas en oír mis súplicas?

Sí, Dios mío, te quiero. Lo que hago, lo hago por Ti. Si velo, estoy siempre contigo; si como, como por Ti; si sufro, sufro contigo. Tú serás siempre mi único consuelo, Jesús... si me siento abatida, te llamaré siempre a Ti. Mi respiración, Jesús, es para Ti. Sólo te busco a Ti.

Sí, Dios mío, sí: no permitas que me rebele contra tu voluntad... ¿qué es, Jesús, este fuego que me invade toda? Quisiera estar así por una eternidad... Dios mío..., si tan felices nos haces en la tierra, ¿qué será en el cielo, querido Jesús?

 

Morir de amor (HERMANO SAN RAFAEL)

Dios mío, Dios mío, enséñame a amar tu Cruz, enséñame a amar la absoluta soledad de todo y de todos. Comprendo, Señor, que es así como me quieres, que es así de la única manera que puedes doblegar este corazón tan lleno del mundo y tan ocupado en vanidades.

Así, en la soledad en que me pones, me enseñarás la vanidad de todo, me hablarás Tú sólo al corazón, y mi alma se alegrará en Ti. Pero sufro mucho, Señor: cuando la tentación aprieta y Tú te escondes, cómo pesan mis angustias.

Quisiera, Señor, amarte como nadie... quisiera, Jesús mío, morir abrasado en amor y en ansias de Ti. Todo lo que Tú quieras seré.  Quisiera que mi vida fuera un solo acto de amor..., un suspiro prolongado de ansias de Ti; quisiera que mi vida fuera una llama en la que se fueran consumiendo por amor todos los sacrificios, todos los dolores, todas las renuncias, todas las soledades.

Quisiera que tu vida fuera mi única regla; que tu amor eucarístico mi único alimento; tu evangelio mi único estudio; tu amor mi única razón de vivir; quisiera morir de amor, ya que sólo de amor vivir no puedo.

¡Es tan doloroso querer amarte y no poder!... ¡es tan triste arrastrar por el suelo del mundo la materia que es cárcel del alma que sólo suspira por Ti! ¡Señor: morir o vivir, lo que Tú quieras..., pero por amor!

El destierro (HERMANO SAN RAFAEL)

 

Señor y Dios mío… ¡qué cansado estoy! ¿Hasta cuándo, Señor, me tendrás en el olvido? Mi alma sufre de verse privada de tus amores, sufre de verse en el encierro de este cuerpo. Señor, nada quiero, nada me importa, sólo Tú.

Comprende, Jesús mío, con lo que Tú me quieres y con lo que yo te quiero, es muy penoso vivir así.

Envíame tu luz para comprender; el arrepentimiento para llorar; la fe para sólo confiar en ella; la esperanza para sostener mis flaquezas, y, por encima de todo, lléname, Señor, de tu inmensa Caridad, de tu Amor, que me llene, me desborde, me inunde en las delicias de tu amor sin límites.

 

Prisionero del amor (SANTA FAUSTINA KOWALSKA)

Jesús, Divino prisionero del amor, cuando considero tu amor y cómo Te has anonadado por mí, mis sentidos desfallecen.  Encubres tu Majestad inconcebible y Te humillas rebajándote a mí.  Oh, Rey de la Gloria, aunque ocultas tu hermosura, el ojo de mi alma desgarra el velo.  Veo a los coros de ángeles que te honran incesantemente y a todas las potencias celestiales que Te alaban sin cesar y que Te dicen continuamente:  «Santo, Santo, Santo».  

¿Quién comprenderá tu amor y tu misericordia insondable hacia nosotros?  Oh, prisionero del amor, encierro mi pobre corazón en este tabernáculo para adorarte sin cesar día y noche.  Aunque estoy físicamente lejos de Ti, mi corazón está siempre contigo.  Nada puede impedir mi amor hacia Ti.  No existe ningún obstáculo para mí.  Oh, Jesús Te consolaré por todas las ingratitudes, por las blasfemias, por la tibieza, por los agravios  y los sacrilegios.  Oh, Jesús, deseo arder como víctima pura y anonadada delante de tu trono.

 

Jesús, Luz eterna (SANTA FAUSTINA KOWALSKA)

Oh, Jesús, Luz eterna, ilumina mi mente, fortalece mi voluntad e incendia mi corazón.  Siento bien que vivo en Ti como una chispa pequeñita absorbida por un ardor increíble, en que Tú ardes, oh Trinidad impenetrable. 

Quédate conmigo como me has prometido, porque sin Ti no soy nada.  En Ti está toda mi fuerza.

Oh, qué grande es tu belleza, Jesús, Esposo mío, Flor viva, vivificante, en la que está encerrado el rocío que da la vida al alma sedienta.  En Ti se sumergió mi alma.  Tú solamente eres el objeto de mis aspiraciones y de mis deseos, úneme lo más  estrechamente posible a Ti, al Padre y al Espíritu Santo, para que viva y muera en Ti.

Deseo, Jesús mío, sufrir y arder con el fuego del amor en todos los acontecimientos de la vida.  Pertenezco a Ti entera, deseo abismarme en Ti, oh Jesús, deseo perderme en tu divina belleza.  Tú me persigues, Señor, con tu amor, como un rayo del sol penetras dentro de mí y transformas la oscuridad de mi alma en tu claridad. 

Oh, Jesús, haz a mi corazón semejante al tuyo, o más bien transfórmalo en tu propio Corazón para que pueda sentir las necesidades de otros corazones y, especialmente, de los que sufren y están tristes.  Que los rayos de la misericordia descansen en mi corazón.

 

Oración por la Santa Iglesia y los sacerdotes (SANTA  FAUSTINA KOWALSKA)

 

Oh Jesús mío, Te ruego por toda la Iglesia: concédele el amor y la luz de tu Espíritu y da poder a las palabras de los sacerdotes para que los corazones endurecidos se ablanden y vuelvan a Ti, Señor.

Señor, danos sacerdotes santos; Tú mismo consérvalos en la santidad. Divino y Sumo Sacerdote, que el poder de tu misericordia los acompañe en todas partes y los proteja de las trampas y asechanzas del demonio, que están siendo tendidas incesantemente para las almas de los sacerdotes. Que el poder de tu misericordia, oh Señor, destruya y haga fracasar lo que pueda empañar la santidad de los sacerdotes, ya que Tú lo puedes todo.

Oh mi amadísimo Jesús, Te ruego por el triunfo de la Iglesia, por la bendición para el Santo Padre y todo el clero, por la gracia de la conversión de los pecadores empedernidos. Te pido, Jesús, una bendición especial y luz para los sacerdotes ante los cuales me confesaré durante toda mi vida.

   Oración para irradiar a Cristo (CARDENAL JOHN HENRY NEWMAN)

 

Amado Señor, ayúdame a esparcir tu fragancia donde quiera que vaya.

Inunda mi alma de espíritu y vida.

Penetra y posee todo mi ser hasta tal punto que toda mi vida solo sea una emanación de la tuya.

Brilla a través de mí, y mora en mí de tal manera que todas las almas que entren en contacto conmigo puedan sentir tu presencia en mi alma.

Haz que me miren y ya no me vean a mí sino solamente a Ti, oh Señor.

Quédate conmigo y entonces comenzaré a brillar como brillas Tú; a brillar para servir de luz a los demás a través de mí.

La luz, oh Señor, irradiará toda de Ti, no de mí; serás Tú quien ilumine a los demás a través de mí.

Permíteme alabarte de la manera que más te gusta, brillando para quienes me rodean.

Haz que predique sin predicar, no con palabras sino con mi ejemplo, por la fuerza contagiosa, por la influencia de lo que hago, por la evidente plenitud del amor que te tiene mi corazón. Amén.

 

 

Volver